quinta-feira, 28 de outubro de 2010

Ese día yo estaba mirando el mar...







Con frecuencia tenemos que escapar de la vida cotidiana que nos trae como un conjunto de rutinas y realidades, de modo que una brisa nueva para darnos nueva vida y ser capaz de volver a la turbulencia de un puñado de días que en última instancia, la componen, para bien o para el mal en nuestras vidas.
El otro día salí por la puerta, peleado con el mundo y con la vida, cansado de todo y nada, en busca de un antídoto, ese milagro, yo acepto que hay, la rotación del planeta, las obligaciones y devociones, y el otro y yo mismo.
Caminó alrededor, caminar un poco sin rumbo o con una idea de lo que quería o donde se dirigía. Los paisajes que pasaban, los colores, el clima, las colinas y valles, el día era claro. Me encontré en el mar. La inmensidad de la agitación en un gris claro con la negrura del cielo, espuma en aerosol, la arena se extiende a la espera de ser pisado, correr, y aquí y allá, amenazas, manifestaciones o miedo de rocas y cantos rodados.
El viento era fresco y la realización de pequeñas gotas de agua salada que el mar era alto y la arrojó en el aire, salpicando la cara, humidificación, enfriamiento, chocando, como querer nada más ni nada menos, que al despertarme. Para volver a vivir.
Caminé en la playa, envueltos en el pensamiento, y miró, y consideró que en la intención de viajar entregó el poder ola izquierda, toda esta amalgama de tristeza, vacío, una insatisfacción que había tomado. Y lo mismo que vienen del mar, lo que viene, siempre, en todos los batega de grandes olas con un sobresalto, respirar un poco sentida, una luz, una nueva esperanza.
Es hermoso el mar, incluso en estos días de oscuridad, la desesperación en los días en cualquiera de una vergüenza que los dioses no se dejan conocer, nos da la bienvenida y nos llama. Y nos trae sin playa, es decir, después de cargar las baterías, nos sacude y nos devuelve a una existencia y tenemos que tomar es la nuestra.
Ese día yo estaba mirando el mar gris, frío, sentir el aire salado, piel húmeda, cubierta de la arena, un paso atrás y mirar a las huellas que dejaron un rastro que se perdió por allá a finales de ese pequeño mundo. Vi el mar acariciando la orilla y golpear las rocas con violencia. Me di cuenta de que me quitaron mi desesperación y la melancolía y la llevó en silencio, en cada ola que viene, un nuevo testamento.
Fui a ver el mar en el día en que las tormentas auguró. Gris y frío, yo estaba ... y la soledad.

- Perdonen por favor mi pobre castellano, es la tradución posible de mi cuento. Gracias





de Pedro Alcobia da Cruz, 2010.10.28

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