sábado, 9 de julho de 2016

GABRIELA MISTRAL - POESIA (CHILE)









CANCIÓN AMARGA


¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío, 


a la reina con el rey! 



Este verde campo es tuyo

¿De quién más podría ser? 
Las oleadas de la alfalfa 
para ti se han de mecer. 



Este valle es todo tuyo. 

¿De quién más podría ser? 
Para que los disfrutemos 
los pomares se hacen miel. 



(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas 

como el Niño de Belén 
y que el seno de tu madre 
se secó de padecer!) 



El cordero está espesando 

el vellón que he de tejer. 
Y son tuyas las majadas, 
¿De quién más podrían ser? 



Y la leche del establo 

que en la ubre ha de correr, 
y el manojo de las mieses 
¿de quién más podrían ser? 



(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas 

como el Niño de Belén 
y que el seno de tu madre 
se secó de padecer!) 



¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío, 

a la reina con el rey!




BALADA DE MI NOMBRE


El nombre mío que he perdido, 

¿dónde vive, dónde prospera? 

Nombre de infancia, gota de leche, 
rama de mirto tan ligera. 



De no llevarme iba dichoso 

o de llevar mi adolescencia 
y con él ya no camino 
por campos y por praderas. 



Llanto mío no conoce 

y no la quemó mi salmuera; 
cabellos blancos no me ha visto, 
ni mi boca con acidia, 
y no me habla si me encuentra. 



Pero me cuentan que camina 

por las quiebras de mi montaña 
tarde a la tarde silencioso 
y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.




BESOS


Hay besos que pronuncian por sí solos 

la sentencia de amor condenatoria, 

hay besos que se dan con la mirada 
hay besos que se dan con la memoria. 



Hay besos silenciosos, besos nobles 

hay besos enigmáticos, sinceros 
hay besos que se dan sólo las almas 
hay besos por prohibidos, verdaderos. 



Hay besos que calcinan y que hieren, 

hay besos que arrebatan los sentidos, 
hay besos misteriosos que han dejado 
mil sueños errantes y perdidos. 



Hay besos problemáticos que encierran 

una clave que nadie ha descifrado, 
hay besos que engendran la tragedia 
cuantas rosas en broche han deshojado. 



Hay besos perfumados, besos tibios 

que palpitan en íntimos anhelos, 
hay besos que en los labios dejan huellas 
como un campo de sol entre dos hielos. 



Hay besos que parecen azucenas 

por sublimes, ingenuos y por puros, 
hay besos traicioneros y cobardes, 
hay besos maldecidos y perjuros. 



Judas besa a Jesús y deja impresa 

en su rostro de Dios, la felonía, 
mientras la Magdalena con sus besos 
fortifica piadosa su agonía. 



Desde entonces en los besos palpita 

el amor, la traición y los dolores, 
en las bodas humanas se parecen 
a la brisa que juega con las flores. 



Hay besos que producen desvaríos 

de amorosa pasión ardiente y loca, 
tú los conoces bien son besos míos 
inventados por mí, para tu boca. 



Besos de llama que en rastro impreso 

llevan los surcos de un amor vedado, 
besos de tempestad, salvajes besos 
que solo nuestros labios han probado. 



¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; 

cubrió tu faz de cárdenos sonrojos 
y en los espasmos de emoción terrible, 
llenáronse de lágrimas tus ojos. 



¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso 

te vi celoso imaginando agravios, 
te suspendí en mis brazos... vibró un beso, 
y qué viste después...? Sangre en mis labios. 



Yo te enseñé a besar: los besos fríos 

son de impasible corazón de roca, 
yo te enseñé a besar con besos míos 

inventados por mí, para tu boca.





PROMESA A LAS ESTRELLAS


Ojitos de las estrellas 

abiertos en un oscuro 

terciopelo: de lo alto, 
¿me veis puro? 



Ojitos de las estrellas, 

prendidos en el sereno 
cielo, decid: desde arriba, 
¿me veis bueno? 



Ojitos de las estrellas, 

de pestañitas inquietas, 
¿por qué sois azules, rojos 
y violetas? 



Ojitos de la pupila 

curiosa y trasnochadora, 
¿por qué os borra con sus rosas 
la aurora? 



Ojitos, salpicaduras 

de lágrimas o rocío, 
cuando tembláis allá arriba, 
¿es de frío? 



Ojitos de las estrellas, 

fijo en una y otra os juro 
que me habéis de mirar siempre, 
siempre puro.





LA TIERRA


Niño indio, si estás cansado, 
tú te acuestas sobre la Tierra, 
y lo mismo si estás alegre, 
hijo mío, juega con ella... 

Se oyen cosas maravillosas 
al tambor indio de la Tierra: 
se oye el fuego que sube y baja 
buscando el cielo, y no sosiega. 
Rueda y rueda, se oyen los ríos 
en cascadas que no se cuentan. 
Se oyen mugir los animales; 
se oye el hacha comer la selva. 
Se oyen sonar telares indios. 
Se oyen trillas, se oyen fiestas. 

Donde el indio lo está llamando, 
el tambor indio le contesta, 
y tañe cerca y tañe lejos, 
como el que huye y que regresa... 

Todo lo toma, todo lo carga 
el lomo santo de la Tierra: 
lo que camina, lo que duerme, 
lo que retoza y lo que pena; 
y lleva vivos y lleva muertos 
el tambor indio de la Tierra. 

Cuando muera, no llores, hijo: 
pecho a pecho ponte con ella, 
y si sujetas los alientos 
como que todo o nada fueras, 
tú escucharás subir su brazo 
que me tenía y que me entrega, 
y la madre que estaba rota 
tú la verás volver entera.






PALABRAS SERENAS


Ya en la mitad de mis días espigo 
esta verdad con frescura de flor: 
la vida es oro y dulzura de trigo, 
es breve el odio e inmenso el amor. 

Mudemos ya por el verso sonriente 
aquel listado de sangre con hiel. 
Abren violetas divinas, y el viento 
desprende al valle un aliento de miel. 

Ahora no sólo comprendo al que reza; 
ahora comprendo al que rompe a cantar. 
La sed es larga, la cuesta es aviesa; 
pero en un lirio se enreda el mirar. 

Grávidos van nuestros ojos de llanto 
y un arroyuelo nos hace sonreír; 
por una alondra que erige su canto 
nos olvidamos que es duro morir. 

No hay nada ya que mis carnes taladre. 
Con el amor acabóse el hervir. 
Aún me apacienta el mirar de mi madre. 
¡Siento que Dios me va haciendo dormir!

AUSENCIA

Se va de ti mi cuerpo gota a gota. 

Se va mi cara en un óleo sordo; 

se van mis manos en azogue suelto; 
se van mis pies en dos tiempos de polvo. 

¡Se te va todo, se nos va todo! 

Se va mi voz, que te hacía campana 
cerrada a cuanto no somos nosotros. 
Se van mis gestos que se devanaban, 
en lanzaderas, debajo tus ojos. 
Y se te va la mirada que entrega, 
cuando te mira, el enebro y el olmo. 

Me voy de ti con tus mismos alientos: 
como humedad de tu cuerpo evaporo. 
Me voy de ti con vigilia y con sueño, 
y en tu recuerdo más fiel ya me borro. 
Y en tu memoria me vuelvo como esos 
que no nacieron ni en llanos ni en sotos. 

Sangre sería y me fuese en las palmas 
de tu labor, y en tu boca de mosto. 
Tu entraña fuese, y sería quemada 
en marchas tuyas que nunca más oigo, 
¡y en tu pasión que retumba en la noche 
como demencia de mares solos! 

¡Se nos va todo, se nos va todo!








Gabriela Mistral fue galardonada en 1951 con el Premio Nacional de Literatura de Chile. Ha sido asimismo la primera ganadora del Premio Nobel de Literatura de América Latina. Además de poeta, fue una destacada profesora tanto en su Chile natal como en el exterior. Existe desde 1997 en Chile la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral, así como también su imagen figura en un billete. "Desolación", "Besos", "Caricia", "Canción amarga", "Piececitos" y "Dame la mano" son algunas de sus obras fundamentales.


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