Seguramente una de las escritoras más fascinantes de Portugal es Florbela Espanca. Nació en 1894. Fue una figura atormentada, infeliz pero lúcida. Florbela pertenece a ese grupo de mujeres herido por el dolor, la soledad y la desesperación. Pensemos en Delmira Agustina, en Alfonsina Storni, en Rosalía de Castro, en Anne Sexton, en Silvia Plath o Alejandra Pizarnik, cuyas existencias fueron un combate contra adversidad y contra sus miedos y fantasmas. Florbela Espanca estudió pintura, música y con sólo ocho años compuso su primer soneto. Tuvo una vida presidida por la insatisfacción y el amor: se casó tres veces y, salvo en los momentos iniciales del fervor, siempre se sintió desgraciada. Padeció numerosas enfermedades. Eligió un camino personal, solitario: la lírica amorosa, en cierto modo intemporal, intensa, ardiente, de una sensualidad tangible, que acabó desplazándose del paisaje y de la cosmovisión hacia el placer, la carne y la entrega. Sus poemas unen al máximo equilibro de la perfección estética una expresión original en donde metáforas e imágenes son siempre sugerentes e inesperadas, rebosantes de belleza. Florbela Espanca fue una mujer culta y adelantada a su tiempo. Al conocer que padecía una enfermedad incurable: un edema pulmonar, fumaba mucho, Florbela buscó su muerte. El 8 de diciembre de 1930, día en que cumplía treinta y seis años, llena la habitación de flores e ingiere medicamentos
Ser Poeta
Ser poeta é ser mais alto
É ser maior Do que os homens!
Morder como quem beija!
É ser mendigo e dar como quem seja
Rei do Reino de Áquem e de Além Dor!
É ter de mil desejos o esplendor
E não saber sequer que se deseja!
É ter cá dentro um astro que flameja,
É ter garras e asas de condor!
É ter fome, é ter sede de Infinito!
Por elmo, as manhãs de oiro e de cetim...
É condensar o mundo num só grito!
E é amar-te, assim, perdidamente...
É seres alma, e sangue, e vida em mim
E dizê-lo cantando a toda a gente!
Mi mal
Me conozco muy bien, sé mi color,
conozco el nombre de mi extraño mal:
y sé que fui encaje de vitral,
que fui ciprés, carabela y dolor.
Fui todo cuanto existe de mayor:
fui cisne, lirio, cóndor, catedral,
y fui tal vez un verso de Nerval
o una cínica risa de Chamfort...
Fui la heráldica flor de agrestes cardos,
su olor mis manos dieron a los nardos...
a la adelfa le dio color mi boca...
¡Ah! De Boabdil fui lágrima en España
y me traje de allí este ansia extraña.
¡Dolor no sé de qué! ¡Saudade loca!
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